Matengo a la muerte eclipsada,
Por estos versos,
Que se están partiendo en tres,
Una vez más.
Soy la madre
Nerviosa con el niño,
Soy el rosario de una monja,
Que se deshace en sollozos.
El cántico del ángel
Ya no vale por alegría y plenitud;
Estamos rotos,
Desde la frente,
Hasta los pies.
Hemos vuelto a la calma de siempre,
La calma incierta,
En estas mismas horas,
En estas mismas vidas-muertes.
Somos el hábito corrupto,
El monje volcado en otro cielo.
Volveremos a cantar,
Cuando retornen
Hechos nuevos monstruos.
24-05-08
Triste, meláncólico, silente...
ResponderEliminarAsí es el dolor de los poetas que se atreven a tomar pluma... le salen bonitos monstruitos con letras... grrrrraur!
creo que perdemos la esperaza...
ResponderEliminarquiero que me leas tus poemas.