El primer llanto,
lo certero en el beso,
la pulcro, el contorno
y la cruz.
Íbamos como niños,
manejando hacia el fin
de la ruta.
Preferíamos lo verde,
la niña en medio del
campo
y el camino no oficial.
Hoy me fatiga la pena,
esta pena intermitente,
de saberme fallada
en el peor de todos los
trucos.
Ignoro todo lo demás,
ignoro lo fatuo del
discurso,
ignoro el llanto de
mañana,
ignoro la blanca pena,
ignoro a mi niña mala,
ignoro la pálida
calvicie de toda tristeza.
Ignoro mil libros y
héroes partidos;
ignoro las figuras de
las guerras,
ignoro los corazones
podridos,
los molestos,
los que perdonamos.
Ignoro la incierta paz
de todo porvenir sacro.
Ignoro la certeza de
cualquier regreso,
ignoro la historia B,
ignoro todo cúmulo de
sensaciones vagas,
ignoro el vino en
nuestro honor,
y maldigo aquella hora
vaga;
el tiempo que no se
toca,
el poema que no
escribí,
la letra mal parida,
cualquier aviso no
entregado.
Maldigo esta soledad
hueca.
Maldigo todas las
soledades de decisión.