martes, 29 de mayo de 2012

Soledad de desición


El primer llanto,
lo certero en el beso,
la pulcro, el contorno y la cruz.


Íbamos como niños,
manejando hacia el fin de la ruta.
Preferíamos lo verde,
la niña en medio del campo
y el camino no oficial.

Hoy me fatiga la pena,
esta pena intermitente,
de saberme fallada
en el peor de todos los trucos.

Ignoro todo lo demás,
ignoro lo fatuo del discurso,
ignoro el llanto de mañana,
ignoro la blanca pena,
ignoro a mi niña mala,
ignoro la pálida calvicie de toda tristeza.

Ignoro mil libros y héroes partidos;
ignoro las figuras de las guerras,
ignoro los corazones podridos,
los molestos,
los que perdonamos.

Ignoro la incierta paz de todo porvenir sacro.
Ignoro la certeza de cualquier regreso,
ignoro la historia B,
ignoro todo cúmulo de sensaciones vagas,
ignoro el vino en nuestro honor,
y maldigo aquella hora vaga;
el tiempo que no se toca,
el poema que no escribí,
la letra mal parida,
cualquier aviso no entregado.

Maldigo esta soledad hueca.
Maldigo todas las soledades de decisión.