La Trini está escribiendo a mi lado, en el pasto. Yo mientras, fumo.
Las cosas aquí se tornan inactivas a ratos, queremos que nos pase un camión encima y no nos pasa. Pero en el momento menos esperado, zás que te salta un guanaco y debes huir a casa, para hacer lo único que se puede hacer en estos casos: acostarte y dormir.
Tengo el pelo despeinado, la vida corre sin gracia por mi lado, la Trini se está enamorando y tiene mala cara. Hace tiempo que no la veía así. Recuerdo lo que sucedió antes, a nadie le hizo gracia. Pero no la podemos encarcelar para salvarla de algo inminente, de la propia vida, de la propia angustia, de la propia muerte. “Verlo todo desde afuera, Trini, verlo todo desde afuera”.
Recorremos las calles y fumamos el espanto que hay en ellas. Nuestra cara se tornaría oscura si reflejáramos el suelo que nos sostiene. ¿Cómo olvidar? Sé que no hay espacio suficiente para huir, la Trini ya no espera respuestas, se abraza contra mí y espera, yo, así mismo espero.
Hay varias preguntas flotando en ese cielo extraño, hay varios asuntos sin resolver, hay cicatrices y armas que tirar al río.
Tenemos ideas y vientos del sur, ropa que escoger, lentes que usar, libros que leer, música en discos. Hay que llevárselo todo ahora. Lo malo es que todo tiene este polvo que hace tanto mal. Por eso mismo tenemos la firme convicción que vamos a bajar, no estaremos con el señor al final de nuestros días, por eso hermanos... bajaremos a soñar boca abajo. Quien sabe, en algún lugar nos perdimos, en algún lugar dejamos de ser lo que fuimos, en algún lugar perdimos la virginidad de las manos, en alguna parte derramamos la sangre que ahora se cuela en nuestras blusas.